martes, 19 de febrero de 2013

LAS ABEJAS Y LOS HUMANOS


Las abejas de miel y los humanos, una larga coexistencia con un futuro incierto

UN POCO DE HISTORIA NATURAL 

El proceso evolutivo que nos lleva a las abejas de miel tiene un claro paralelismo con el que desembocó en la aparición y difusión por la Tierra de las plantas con flores. Hace unos 100 millones de años, ciertas avispas, parecidas a los esfécidos actuales, comenzaron a diferenciarse para aprovechar una nueva y creciente fuente de alimentos, el néctar y el polen que ofrecían las plantas angiospermas. Estas avispas adaptaron su aparato bucal para chupar el néctar de las flores, su cuerpo se cubrió de pelos plumosos para recoger los granos de polen y las patas posteriores se hicieron progresivamente más amplias para poder llevarse cada vez más polen al nido. Este proceso se convirtió en un caso especial de coevolución: las plantas producían más semillas con la polinización de los insectos e intentaban atraerlos con la recompensa de los alimentos ofrecidos por sus flores. Siguiendo el hilo evolutivo de los grupos más gregarios, aparecieron las primeras abejas, que se podrían incluir dentro del género actual Apis, ahora hace unos 35-40 millones de años.
La morfología de las abejas de miel parece no haber cambiado demasiado desde hace unos 30 millones de años, como se puede ver si comparamos los primeros fósiles y los individuos actuales. No se sabe mucho del grado de organización social de estos primeros miembros del género Apis, pero se presume que ya se había iniciado este comportamiento y que desde entonces ha evolucionado hasta la complejidad de las colonias de abejas actuales: un tipo de altruismo gobernado por las feromonas ("el espíritu de la colmena") lleva a unos cuantos miles de hembras infértiles, las obreras, a hacer todos los trabajos de la colonia, dejando la función reproductora a una sola hembra fértil, la reina.

Las abejas de miel pertenecientes al género Apis se desarrollaron en zonas de clima tropical. Actualmente, en las zonas tropicales y subtropicales del suroeste de Asia se encuentra la mayor diversidad, pero un paso más de la evolución permitió que dos miembros del grupo colonizaran climas templados. Para poder soportar las oscilaciones térmicas se pusieron en marcha diversas estrategias: los enjambres seleccionaron cavidades protegidas para vivir, formaron colonias más numerosas y con más panales y perfeccionaron la termorregulación de la colonia. Durante un proceso que se inició ahora hace unos 5 millones de años y se prolongó hasta los 2 millones de años, los antepasados de las actuales especies Apis cerana, la abeja de miel asiática, y la Apis mellifera, la abeja de miel descrita por Linneo en 1758, se extendieron desde el sureste de Asia hacia otras zonas.
Enjambres de la especie Apis mellifera lo hicieron hacia el oeste, atravesando el Oriente Próximo y adentrándose por el continente africano. Aquí coincidieron con los primeros homínidos. No sabemos si ya disfrutaron de la miel de estas abejas, probablemente sí, pero lo que nos parece seguro es que las abejas estuvieron al lado de los humanos durante casi todo su proceso evolutivo.
Más tarde, la abeja de miel conquistó el continente europeo, si bien se veía obligada a ir al ritmo de las grandes glaciaciones. Se cree que ahora hace unos 150.000 años, los enjambres de abejas ya zumbaban en todas las penínsulas del sur de Europa. Después de la última glaciación, hace unos 8.000-10.000 años, se extendieron progresivamente hacia el norte. En nuestras tierras, la abeja de miel está presente desde hace unos 150.000 años y es seguro que sus pobladores han sido cazadores-recolectores de miel durante un largo período. El arte pictórico primitivo nos ha dejado escenas de esta coexistencia entre el ser humano y las abejas y nos muestra la importancia que entonces tuvo la recolección de miel y cera de los enjambres salvajes. No podemos olvidar la escena más emblemática, la que se encuentra en la cueva de la Araña de Bicorp (Valencia), de hace unos 9.000 años, y que se ha convertido en un símbolo mundial de la iconografía apícola.

EL INICIO DE UNA LARGA CONVIVENCIA: LA APICULTURA 

Las raíces de la apicultura podríamos buscarlas dentro de las primeras culturas urbanas y agrícolas aparecidas en los alrededores del Mediterráneo, un terreno bien abonado para el nacimiento de nuevas tecnologías. No se conservan vestigios que demuestren este hecho, pero es muy posible que al mismo tiempo que se incorporaban las artes agrícolas y que se introducía la domesticación de ciertos animales, comenzara también a practicarse un tipo de apicultura ancestral. El arte de mantener las abejas dentro de habitáculos construidos por el ser humano, las colmenas, para poder recoger periódicamente sus productos, parece que se fue forjando desde aquellos tiempos, unos 8.000 años antes de Cristo. Ya se hacían objetos de cerámica y cestería, y seguramente de estos materiales (arcilla, mimbre y caña) se hicieron las primeras colmenas.

Los primeros apicultores harían poco más que cazar los enjambres que colgaban de las matas o de las ramas de los árboles y ponerlos dentro de las colmenas, o bien que entraran ellos mismos en los vasos vacíos dejados estratégicamente cerca de las colonias salvajes. En cualquier caso, habían dado un paso muy importante. Las abejas construían ahí dentro sus panales a su libre albedrío y sólo hacía falta abrir las colmenas y, con la ayuda del humo y las herramientas apropiadas, cortarlos para poder disfrutar de la cosecha de miel.
El interés de los humanos para conseguir los productos de las abejas debía ser muy fuerte. De un lado la miel ya debía estar muy enraizada en las costumbres culinarias y medicinales, además de ser un alimento sin problemas de caducidad; otros productos de la colmena, como la cera y el propóleo, también se debían de haber ganado su lugar relevante como componentes de muchos preparados curativos y en el seno de las actividades ceremoniales y de culto. Las trazas más antiguas de estos hechos las encontramos en la civilización egipcia, donde la abeja de miel formaba parte del amplio conjunto de divinidades, y la miel y la cera se empleaban mucho en cocina y medicina.
Posteriormente, la apicultura se volvió una práctica habitual en todas las culturas del arco mediterráneo. Los griegos y los cretenses seguían haciendo colmenas de cerámica, en el Oriente Próximo y norte de África parece que predominaron los vasos trenzados con fibras vegetales, mientras que los romanos usaron diversos materiales, incluyendo la madera.

LA APICULTURA FIJISTA TRADICIONAL 

Cuando se habla del llamado modelo de apicultura tradicional, lo denominamos apicultura fijista. Esta denominación se fundamenta en el hecho de que los panales construidos por las abejas, según el diseño que les dicta su instinto natural, quedan fijados unos a otros por puentes de cera y también a las paredes de la colmena, de forma que el apicultor ha de romperlos (o cortarlos) para poder sacar la miel. Pues bien, este tipo de apicultura es el que prevaleció durante un largo período de tiempo, hasta las postrimerías del siglo xix, pero sin olvidar que en muchos lugares todavía coexiste con la pura caza y recolección de miel de los enjambres salvajes.
A la península Ibérica también llega el arte de criar abejas. Es muy posible que la apicultura se introdujera en la península Ibérica desde las costas mediterráneas, dada la intensa actividad comercial que ya tenían en aquel tiempo. Es en esta zona donde se han encontrado colmenas cilíndricas de cerámica pertenecientes a la civilización ibérica, pero no se puede desestimar la posibilidad de que también las hicieran con otros materiales que no han perdurado hasta nuestros días.

En tierras valencianas, las influencias romanas y después la cultura árabe hacen que la apicultura y los productos de las abejas disfruten de un cierto prestigio, el que corresponde a un alimento que goza de bendición divina. Parece que explotaron bien las especiales condiciones climáticas y botánicas que ofrecían estas tierras para el aprovechamiento apícola. Después de la reconquista, los moriscos valencianos fueron el eje de transmisión de los conocimientos apícolas.
Pero durante los siglos posteriores, ciertos descubrimientos e innovaciones apícolas tendrán una gran influencia y, sobre todo, prepararán el escenario para toda una revolución de la apicultura.
El primero fue el descubrimiento de América. Desde entonces y durante toda la época colonial, colmenas de abejas de miel procedentes de los países europeos viajaron con los barcos de los colonizadores. Estas abejas llegaron a territorios donde no habían existido nunca, como el continente Americano, Australia, Nueva Zelanda y otras islas del Pacífico. Las "moscas del hombre blanco", como fueron bautizadas por los nativos norteamericanos, ya podían encontrarse en cualquier parte del mundo. Después se añadieron los descubrimientos sobre la biología de las abejas, sobre todo hacia los siglos XVII y XVIII, de los cuales podemos destacar la contribución del libro Observations, escrito por François Huber y publicado en el año 1792. Para completar el escenario del que hemos hablado antes, también se producen avances importantes en las técnicas apícolas y en el diseño de las colmenas.
Llegamos, como decíamos antes, al siglo XIX, y todavía no se ha superado el obstáculo de tener que romper los panales para poder sacar la miel, pues perdura la vieja apicultura fijista. Pero, en este siglo, se consigue superar progresivamente el modelo tradicional y se produce el gran salto que nos traslada a la apicultura moderna.



DE LA APICULTURA FIJISTA A LA MOVILISTA 

A principios del siglo XIX, el investigador ruso Prokopovich fue el primero en dar un gran paso hacia los panales móviles. Construyó una colmena de madera con módulos o cámaras. La inferior, para el nido de cría, era de panales fijos, pero la superior, para la miel, llevaba marcos de madera donde las abejas encajaban los panales. Por fin se podían sacar los panales de miel, ajustados a los marcos, sin estropearlos, sin derramar la miel y evitando así el caos dentro de la colonia de abejas que era típico de la apicultura fijista.
Pero el paso definitivo lo dio L. L. Langstroth, en el año 1851. Se habían introducido ya los marcos móviles en las cámaras de miel, pero las cámaras de cría continuaban siendo problemáticas. Las abejas todavía imponían su criterio de construcción en el nido de cría. Pero Langstroth pensó que el "paso de abeja", el espacio que las abejas respetaban para poder pasear entre dos panales vecinos, podía gobernar el diseño de una colmena de marcos móviles. Fijó el espacio en unos 9,5 milímetros, e hizo una colmena dejando este paso entre los marcos y también entre éstos y las paredes de la colmena. El éxito fue completo, las abejas respetaban esta distancia y, en general, construían los panales bien ajustados a los marcos, de manera que se podían sacar fácilmente los panales de miel y de cría sin romperlos, incluso se podían voltear para observarlos y después volverlos a dejar en su sitio; también se abría la posibilidad de intercambiar los panales de diversas colmenas; en definitiva, se abrían las puertas a la apicultura tal y como la conocemos ahora, la apicultura movilista.

El diseño básico de la colmena de desarrollo vertical y panales móviles propuesto por Langstroth se extendió por todo el mundo durante la segunda mitad del siglo XIX. Poco después, la tecnología apícola también se sumó al cambio. En 1857, J. Mehring inventa la primera matriz para hacer láminas de cera que, con el estampado hexagonal típico, las abejas usaban de verdadera base para hacer los panales. El primer extractor centrífugo, inventado por Franz von Hruschka en el año 1865, permitió extraer la miel de los panales móviles sin romperlos, de manera que podían volverse a aprovechar. Esto mejoró el rendimiento de las colmenas y a las abejas les permitió ahorrarse la energía de los trabajos de reconstrucción. En el año 1875, Moses Quinby inventó el ahumador de fuelle, prácticamente el mismo que se usa actualmente, del cual surgía el humo de forma persistente y mantenía a raya la reacción defensiva de las abejas. Hacia finales de siglo se añadiría también una técnica que permitiría la cría artificial de reinas mediante el trasvase de larvas.
Podemos decir que los elementos básicos de la apicultura actual estaban sobre la mesa, sólo hacía falta difundirlos. La transferencia fue rápida, consecuencia lógica y evidente de lo que era un gran avance para la apicultura mundial. A principios del siglo XX ya había colmenas movilistas de madera en el País Valenciano, que pronto comenzaron a sustituir las fijistas autóctonas de esparto, corcho o cerrillo. Las pioneras fueron las colmenas de desarrollo vertical, el modelo de Langstroth y otro posterior llamado Dadant. Un poco más tarde apareció el modelo Layens, de origen francés, una colmena movilista donde la colonia de abejas sólo podía crecer en sentido horizontal y que se impuso hasta ser predominante hacia la mitad del siglo, y así lo es en este momento. Las razones de la predominancia del modelo Layens son difíciles de averiguar, pero tiene mucho que ver con la sencillez de su manejo y la fácil predisposición para la trashumancia. El traslado de las colmenas para el aprovechamiento de floraciones sucesivas ya se practicaba siglos atrás, pero durante las décadas de 1940-60, la trashumancia de los apicultores valencianos se acentúa hasta convertirse en el eje básico de los profesionales de este especial sector ganadero. Este fenómeno es el que difunde la colmena Layens por toda España y la apicultura prospera hasta los años 70.

LA DECADENCIA DE LAS ABEJAS: LOS ENJAMBRES NO ENCUENTRAN SITIO 

No nos hemos querido olvidar de los enjambres de abejas que desde hace miles de años han vivido de forma natural. Estas colonias de abejas salvajes han perdurado hasta hace muy poco tiempo. La larga coexistencia con los ataques periódicos de los humanos, que se llevaban parte de su miel, parece que había logrado un estado de equilibrio; podía decirse, incluso, que era una relación sostenible.
Pero este equilibrio se ha roto durante el siglo XX. Las abejas de miel, y también otros polinizadores autóctonos, atraviesan una grave crisis. Las abejas de miel han sufrido los efectos de sucesivas patologías. En los años 30 la acariosis causó una gran mortalidad de colonias. En los años 80 aparecen, en primer lugar, un grave brote de una micosis ya existente en nuestras abejas, y después la varroosis, una parasitosis nueva que causó, a finales de la década, la muerte del 30 o 40% de todas las colmenas. Los efectos de este ácaro exótico sobre las colonias naturales han sido devastadores por todas partes. Pero si tenemos en cuenta el conjunto de los insectos polinizadores, a partir de los años 50 y 60, se consolida el uso de insecticidas para combatir las plagas agrícolas y, desde entonces, las intoxicaciones de las colonias de abejas han sido habituales. En los casos graves, los apicultores podían trasladar sus colmenas a otro sitio, pero los enjambres naturales y los otros polinizadores no podían huir.
También, durante las últimas décadas, hay que añadir los grandes cambios introducidos en los hábitats naturales. Las intensas transformaciones de tierras para urbanizar u obtener suelo agrícola, la destrucción de la flora natural y la contaminación atmosférica, que en muchos lugares puede llegar a producir efectos subletales crónicos sobre las colonias de abejas.
Todo esto ha llevado a la práctica desaparición de los enjambres silvestres, que no encuentran ni sitio ni condiciones adecuadas para poder perdurar. Incluso los mismos apicultores tienen que luchar con energía para poder sobrevivir de su especial ganadería. A los problemas que ya hemos comentado y que también les son propios, hay que añadir otros más específicos. Las abejas, como las avispas, los escorpiones o las víboras, no son muy populares porque pican y eso cristaliza en un cierto rechazo social. A otro nivel, no podemos dejar de lado el comercio global. Las importaciones de miel de otros países, que se intensificaron a partir de los años 80, iniciaron una bajada general de los precios y una crisis del sector profesional de la que éste no se ha recobrado. Es uno de los aspectos negativos de la "globalización", asumida por los poderes políticos y económicos; son los "daños colaterales". En resumen, la apicultura, demasiado a menudo se convierte en un trabajo ingrato y amargo en el seno de una sociedad que no deja sitio para las abejas, y que incluso ha ido perdiendo los vínculos ancestrales con sus productos naturales.

POR QUÉ ES NECESARIO PROTEGER LAS ABEJAS DE MIEL 

En primer lugar, las abejas, como cualquier otro animal o planta, tendrían que estar protegidas porque forman parte del medio natural. Aunque se pueda agradecer el hecho de clasificar la abeja como insecto "útil", esto parece no ser suficiente y deja malparados a los otros insectos.
Las abejas de miel también son polinizadores. Junto con otros himenópteros, moscas de las flores, mariposas y coleópteros florícolas, son los responsables de la producción de semillas y frutos de muchas plantas. En general, las poblaciones de polinizadores disminuyen y la abeja de miel ha pasado a ser el polinizador mayoritario, sobre todo en los entornos agrícolas, y esto ha convertido la apicultura en un sector estratégico por su contribución a la producción agrícola y a la conservación de la flora autóctona.
Además, las abejas, mediante la apicultura, nos han dado productos que han estado siempre al lado de los humanos. Probablemente, la miel de romero o de tomillo que se obtiene de las colmenas actuales no se diferencia nada de la que comían los autores de las pinturas de la cueva de la Araña. Otros productos tradicionales, como la cera virgen y el propóleo continúan teniendo vigencia. El polen y la jalea real son productos apícolas, ricos en principios esenciales, que se han incorporado recientemente a la nutrición humana.
Así pues, reconociendo la función social y medioambiental que las abejas de miel cumplen, es necesario garantizar su presencia en nuestros campos y parajes naturales y esto implica, hoy en día, mantener viva la apicultura. Mientras seamos capaces de asegurar el vuelo de las abejas, si conseguimos que perdure el zumbido de los insectos polinizadores, alejaremos la sombra de una primavera silenciosa y yerma.
Fernando Calatayud Tortosa. Institut Valencià d’Investigacions Agràries (IVIA).

lunes, 18 de febrero de 2013

CRÍA Y FLORACIONES DISPONIBLES


Relación de la cría con las  floraciones disponibles
en primer lugar tenemos la remoción inicial, en la que la actividad es escasa y discontinua y solo destacan las mejores colonias que pueden enviar algunas abejas a la recolección mientras suficientes se encargan de mantener la temperatura interior, calentando la cría.
en segundo lugar la remoción básica, o desarrollo, en ella el nido se duplica en cantidad de cría y las colonias potentes presentan en los días bonancibles bastante actividad siendo la llegada de polen continúa, las más retrasadas se preparan pero sus posibilidades son menores, solo las primeras llegarán con éxito a alcanzar el volumen necesario, pues esta remoción, bien sea natural por el estímulo de las flores del entorno o por la alimentación estimulante que nosotros les facilitamos las hará estar muy correctamente preparadas para la siguiente etapa que es la más importante.

en esta tercera etapa tenemos la formación del remanente o cosecha, el lanzamiento de las fases anteriores propicia el disponer de una cantidad de abejas muy grande y así cuando observamos el exterior de una colmena muy potente vemos llegar verdaderas bandadas de abejas y casi todas provistas de polen, solo el trabajo acumulado de todas ellas hace posible que en el interior vayan aumentando poco a poco el número de panales ocupados primero por el néctar recién recogido y más tarde por la miel, el intenso trabajo a que están sometidas hace que a diario mueran en los campos un elevado número de pecoreadoras que son repuestas por las nuevas generaciones que en la colonia se están preparando.
en cuarto lugar está el cese de actividad, las abejas a pesar de todos sus esfuerzos por encontrar néctar tienen que acabar por aceptar que las flores escasean y que la recolección toca a su fin, no suele producirse un parón de forma súbita sino pausa, como queriendo acostumbrar a las pecoreadoras a la nueva situación. A partir de este momento y con la cosecha ya almacenada solo resta dejarles una provisión suficiente para pasar el Invierno y retirarles el resto.

en quinto lugar llega el reposo invernal o pequeño descanso que en colmenares de costa y media montaña el clima les facilita, consumen de las reservas y mantienen el calor vital necesario, agrupándose en un espacio muy reducido, reiniciando el ciclo tan pronto las primeras flores les ofrezcan néctar que recoger y el tiempo atmosférico les permita volar para recogerlo.
 En cualquiera de los apartados la dependencia de las flores es total, siendo ellas las que marcan la intensidad de los distintos estímulos necesarios a la vida de la colonia, es por ello prioritario valorar las posibilidades de un colmenar relacionándolo siempre con la actividad que a las abejas les permite desplegar. Buenas floraciones y cercanas a las colonias permitirán lograr una cosecha de mayor envergadura que cuando las dificultades del entorno añaden obstáculos al trabajo diario reduciéndola.
En la fig debajo del texto ,vemos algunos detalles interesantes del comportamiento recolector de las abejas en relación con las disponibilidades del lugar del asentamiento.
Arriba señalamos las cinco partes en que dividimos el estímulo que las floraciones hacen sobre las colonias. La línea azul nos indica la cantidad de néctar disponible en el campo. Con la línea de trazos finos rojos se representa el comportamiento recolector del colmenar, tomando como tipo las colonias de evolución mas normal, comprobado durante varios años, observamos de este modo que las abejas disponen de mayor cantidad de néctar que el que pueden arrastrar, pero ambas curvas tienen una forma similar, las flores van motivando a las abejas y poco apoco incorporan más ganado a la tarea. Coincidiendo las condiciones óptimas lo mismo de flor que de ganado, es el momento de colocar las segundas alzas que son llenadas con suma facilidad. Es curioso observar como al llegar las últimas flores se hallan las colonias con tal cantidad de ganado que durante unos días se produce un cierto desfase y la capacidad de recolección es superior a las disponibilidades en el campo, con la disminución en la cantidad de puesta se logra un equilibrio impuesto, durante un tiempo toda esa cría prepara futuras abejas, es consumidora neta al no permitir el campo más cosecha, no obstante y como prueba de la armonía de todo lo que sucede en las colonias estas abejas serán las nodrizas de las primeras abejas nacidas en la próxima añada, no habiendo pérdida alguna sino una reserva de lo que será la base del lanzamiento en la evolución del siguiente año.

Destacamos que las floraciones en los buenos asentamientos superan la capacidad de las colmenas con dos alzas industriales, lo que nos permite incrementar el número y obtener la cosecha mayor posible de alcanzar.
No siempre es sí y con línea de puntos finos en negro está señalado el caso de un colmenar que tienen mayor capacidad de acopio que la que obtienen en la floración disponible, en este caso decimos que se halla saturado el campo, puede ser debido a mantener demasiadas colonias propias reunidas o a juntarse ganado procedente de varios sitios en un pasto concreto, ello tendrá como consecuencia inevitable una menor cosecha para todas las colonias. La mejor forma de saber cual es la capacidad de producción de néctar de un lugar es utilizar la báscula y determinar la llegada diaria, siendo las condiciones generales conocidas nos permite saber si el incremento es el adecuado. Si se da el caso que en un colmenar estante obtenemos bajas producciones y todo lo hallamos normal podemos hallarnos dentro de esta anormalidad, la báscula nos permite no tener que constatarlo al final de campaña y podremos poner remedio a tiempo. En aquellos lugares donde se producen asentamientos temporales de transhumante puede suceder, el desplazamiento de parte o de todas las colonias a otro lugar es el único remedio.

Dada la importancia básica que para la marcha del colmenar tienen las floraciones que las abejas puedan aprovechar de la inmediaciones, es muy conveniente realizar una valoración de cuales están disponibles según el momento y cuales son los obstáculos que en cada caso concreto encontrarán las abejas en sus salidas.
Esto es más importante en los colmenares donde se busca hallar una máxima producción y por tanto se optimizan todos los pormenores, todo esto no tendría tanta importancia en aquellos casos donde las producciones solo se estiman para el consumo propio y para una venta muy reducida.
Después de conocer los estímulos que las floraciones imprimen en el comportamiento sucesivo de las diferentes etapas de la evolución de las colonias, haremos una primera valoración basándonos en que en las primeras etapas, que hemos llamado remoción, los consumos son reducidos, pero las adversas condiciones climáticas exigen que esos aprovisionamientos se hallen cercanos estimando como muy conveniente dispusieran de flores no mas lejos de 1 km. de distancia y mejor de varias especies para asegurar el acopio.
Es interesante valorar cual es la proporción de plantas silvestres que se crían en los bordes de los caminos o en las riveras de ríos, arroyos o terrenos comunales, por ser ellas un seguro proveedor año tras año, en clara ventaja con las especies de cultivo que serán aprovechadas cuando interese dejando un vacío temporal de recolección, variable en el tiempo según de que especie se trate. En el caso de los árboles será siempre largo privando a las abejas de trabajarlo y obligándolas a proveerse de otro sitio que pudiera incomodarlas y estimularía poco al principio.
Entre los árboles más interesante y que crecen de forma espontanea se hallan los "salgeros" que se localizan en las riveras de los arroyos y proporcionan una cantidad muy importante de néctar y de polen desde Diciembre a Febrero, pudiendo observar como las abejas trabajan sobre ellos con verdadero entusiasmo, es interesante notar que si el Invierno es muy frío retrasa el inicio de la floración iniciándola en Enero. Entre los árboles maderables se encuentra el eucalipto, que inicia en Diciembre y prolonga su floración hasta Abril, incluso algunos ejemplares hasta Mayo, estas flores son muy atractivas para las abejas por su larga duración y de hallarse en las proximidades la remoción inicial será muy buena a poco que ayude el clima, producen néctar y polen abundante.

En los colmenares de costa estas floraciones pueden ofrecer una buena cosecha tan solo el clima puede ser obstáculo para que se logre, en cualquier caso la remoción que producen es muy importante a la hora de disponer de abejas para más adelante.
Como durante estos primeros meses del año los arrastres aunque importantes no tienen la importancia que alcanzarán mas adelante no suponen problema alguno, es al llegar el mes de Marzo cuando las floraciones empiezan a tener una importancia decisiva y debemos valorar cuales tienen las abejas disponibles.
Una de las flores cuya presencia en muy conveniente es el diente de león o Taraxacum, que proporciona buena recolección y que las abejas buscan con interés, se localiza sobretodo en terrenos que han sido cultivados aunque algunas variedades nacen en pleno campo de forma espontánea, esa flor se suma a las todavía presentes de los eucaliptos y se añaden a ellas las de algunos ciruelos tempranos, robles, algunos perales y otros árboles de huerta, siendo las posibilidades de recolección cubiertas entre todos, la proximidad ya no es tan necesaria los días aunque algunos sean malos, en general, encuentran posibilidad de abastecerse sin dificultad, no contradice los indicado que cuanto más cerca se hallen las flores mejor.

Esta facilidad de aprovisionamiento y el consiguiente arrastre hace que la reina se lance a la cría siendo entonces cuando las colonias se distancian claramente destacando las más potentes cuyo movimiento de piquera es comparativamente mayor, aprovechando las flores próximas y las lejanas, las atrasadas tendrán los problemas propios al tener que abastecerse solo de las inmediaciones y el estimulo sobre la reina puede no ser lo bastante intenso una intervención del apicultor puede ser necesaria.
Durante Abril y Mayo se añaden a las anteriores muchos frutales de huerta, tal es el caso de los ciruelos tardíos, melocotoneros, cerezos y la floración especialmente intensa en los manzanos, a todos acuden las abejas libando una importante provisión de néctar, se suman arbustos silvestres como los espinos blancos y algunos robles de floración mas tardía, todos contribuyen a dar el empuje definitivo a la evolución de la cantidad de cría que alcanzará su apogeo en Junio prolongándose hasta principios de Agosto, en este intervalo entran en floración todas las leguminosas y gramíneas de los prados especialmente abundantes y para terminar la presencia de castaños, buenos productores, con todos se forma la cosecha que será recogida por el apicultor.

FACTORES QUE INFLUYEN EN LAS PRODUCCIONES



  ante las floraciones importantes o masivas en el lugar de nuestro asentamiento debemos hacer una valoración que nos permitirá conocer:
superficie que ocupan las plantas interesantes.
distancia a que se hallan de las colmenas.
obstáculos que las abejas tienen que salvar.
facilidad de aprovisionamiento de agua en Verano.
acción del viento sobre las rutas de vuelo.
El primer factor tiene una importancia muy grande, pues cuanto mayor sea la superficie disponible también será mayor la capacidad de recolección. Es importante tener en cuenta que se produce una renovación constante en la secreción del néctar por las plantas pero tiene que transcurrir un cierto tiempo para que en los cálices de las flores se halle una cantidad aprovechable por las abejas, así podemos verlas que apenas posadas en un flor reemprenden el vuelo hacia otra, sucede que de no disponer de una cantidad abundante de pasto habrá un pérdida notable de tiempo y la cosecha será menor.
En segundo lugar la distancia a que las abejas tienen que volar para cosechar condiciona el número de vuelos que en un tiempo determinado pueden realizar, cuanto más cerca a la colmena se hallen los pastos mejor resultado se obtendrá. Las largas distancias exigen por otra parte consumo adicional de miel que es empleada como energía para volar y las abejas se hallan más expuestas a ser muertas por las circunstancias adversas y en caso de tiempo irregular no se atreven a salir perdiendo capacidad recolectora.

En tercer lugar consideramos la situación del colmenar teniendo en cuenta la peculiar forma de ver que las abejas tienen y que en ocasiones las lleva a remontar obstáculos por la parte más elevada, una casa por ejem, que se halla interpuesta en su camino recto al lugar de pecorea. Pueden así morir golpeadas contra los estorbos que no bordean como lo hacen otros animales. Esto es motivo para que de hallarse muy cerca de su colmena las hagan entrar en otra diferente, aunque en esta época del año son bien recibidas debemos procurar que esto no ocurra, y así en grupos de tres o cuatro la deriva solo es la propia de ese pequeño grupo y evita muertes de abejas golpeadas contra obstáculos inmediatos por el viento.
Los colores identificativos son necesarios para la orientación de las futuras madres, y para dar seguridad a las pecoreadoras cuando regresan del campo al no perder tiempo en localizar los grupos desde lejos.
Las grandes extensiones de agua muy cerca son un obstáculo casi insalvable reduciendo el radio de actividad, lo mismo las montañas muy elevadas que no son remontadas para pasar al otro lado.
Como cuarto factor consideramos la facilidad de aprovisionarse de agua al conocer que el consumo es muy elevado y que sobretodo en verano tienen que recogerla de los manantiales cercanos. Algunos días por la mañana podemos ver abejas posadas en las plantas tomándola del rocío de la noche, cuando por el clima esto no sucede debemos colocar bebederos apropiados para que siempre se halle en condición siendo útil plantar plantas acuáticas, se ha podido comprobar como recogen agua salada posadas en las rocas del mar o sobre las algas en la playa, posiblemente la usen de forma indistinta recogiendo una u otra según la facilidad y la cercanía.

En quinto lugar valoramos la influencia de los vientos dominantes al saber que en los días en que son más fuertes las abejas apenas salen al campo por ser arrastradas fuera de las rutas de aprovisionamiento, si son moderados 20 -30 km., si salen y es entonces cuando la disposición del colmenar es importante, según se halle encontrarán mayor riesgo de resultar dañadas o muertas al golpearse contra los muros o paredes, si caen entre las hierbas en general emprenden el vuelo resultando de ello solo una pérdida de tiempo, pero sobretodo en las remociones y si el colmenar está algo en sombra las arrojadas fuera de las piqueras y que llegan muy cargadas se enfrían en el suelo y no levantan vuelo resultando una mortandad notable todos los atardeceres, para evitarlo se deben prolongar hacia adelante todos los tableros de vuelo hasta alcanzar los 30 cm. ý así si caen algo fuera de la piquera caen en el tablero y entran andando.

Resulta sencillo comprobar visualmente sus preferencias de vuelo y determinar el riesgo que corren cuando el viento las obliga a variar de dirección, si cuando esto ocurre se acercan demasiado a cualquier objeto contra el que pueden resultar muertas, las colmenas serán cambiados hasta lograr corregir la dirección de salida-entrada en el sentido conveniente, lo cual solo lo veremos realizado cuando las nuevas pecoreadoras se orienten en sus primeros vuelos, las más viejas de no ser la diferencia de situación muy significativa seguirán utilizando su ruta anterior aunque en ocasiones les sea preciso dar un rodeo hasta hallar su piquera.
El sexto factor que anotamos se refiere a las perturbaciones ajenas generadas por las condiciones ambientales cercanas, la proximidad de una carretera ocasionará una gran mortandad si es atravesada por ellas en días de viento cuando, como es su costumbre, vuelan rasantes. Un ferrocarril cercano ocasionará una motivación a la agresividad por las fuertes vibraciones que produce y que causan irritación continua, llegando las colonias a ser muy difíciles de manejar.
Las fábricas cercanas suelen ser emisores de gases a menudo tóxicos y de sustancias que al depositarse en las plantas impiden una correcta pecorea. Deben alejarse las abejas de todos esos emisores situándolas donde todas o la mayoría de las condiciones sean más favorables, una buena cosecha depende de ello.
Es interesante señalar que en ocasiones son las abejas las que resultan perturbadoras de la actividad de las personas que cultivan los campos en las inmediaciones, en general se admite que esto ocurre por tener en esos los lugares el vuelo rasante, un seto de unos dos o tres metros situado a unos diez o quince de las primeras piqueras lo que las obliga a elevar el vuelo, en general se soluciona el problema, en casos extremos es necesario desplazar las colonias. 

domingo, 17 de febrero de 2013

NÉCTAR Y NECTARIOS


El néctar es el liquido azucarado que recogen las abejas de las plantas y que será después de elaborado la miel. La parte de la planta donde se halla el néctar se llama nectario y está en el interior y hacia la base de las flores, en mucha menor cuantía algunas plantas disponen de nectarios extraflorales.
En la parte baja de la flor se hallan tejidos que disponen de una acumulación de azucares que constituyen una reserva alimenticia para ser usada después de la florescencia en las primeras etapas del desarrollo del fruto, una parte de esas sustancias son arrastradas hacia el exterior en forma de pequeñas gotitas que son recolectadas por las abejas.
Dos fenómenos son los que dan origen al néctar:
mucha savia ascendente.
mucha transpiración de la planta.
La absorción por las raíces de los elementos nutritivos disueltos en agua constituye la denominada savia bruta que asciende por los vasos leñosos hasta las partes verdes donde es elevada y transformada por medio de la función clorofílica en sustancias asimilables por las plantas (savia elaborada).
El exceso de agua que lleva la savia bruta es eliminada por la transpiración que durante el día es intensa y que por la noche es muy limitada, el exceso de agua que no puede ser eliminado por la transpiración lo es atraves de unos mínimos agujeros llamados estomas formando pequeñas gotas muy azucaradas es el néctar.
Un tercer fenómeno tiene lugar durante la producción de néctar es la denominada presión osmótica, gracias a ella y al desequilibro entre los azucares que propicia la propia planta se mantiene la secreción, la presencia de un líquido muy azucarado en el nectario y otro menos azucarada en los tejidos próximos crea una diferencia en el nivel de azúcar que tiende a ser igualado aunque nunca se logra lo que da como consecuencia la secreción por el nectario.

Las variaciones tanto en la composición del néctar como en la cantidad exudada es muy notable, las variaciones de la humedad del suelo y del aire tienen una importancia decisiva, es necesario una buena humedad en la tierra para que haya néctar. La del aire tiene influencia decisiva, si los vientos son secos causan gran perjuicio al contribuir a la evaporación del néctar antes de que sea aprovechado por las abejas, los vientos húmedos y templados no facilitan la transpiración de las plantas al estar cargados de humedad, de ese modo los nectarios producen de forma continuada.
Las temperaturas altas favorecen la producción de néctar siempre que el aire tenga humedad suficiente, sino la tiene favorece la transpiración de la planta y el néctar fluye en menor cantidad.
Las abejas pueden hacer una selección sobre determinados néctares por la mayor facilidad o dificultad a la hora de alcanzar con su lengua los nectarios, algunas flores presentan dificultades "mecánicas" al tener corolas muy profundas a donde solo llegan abejas dotadas de lenguas largas es el caso de flores con los pétalos soldados.
La composición química del polen es muy variable dependiendo del tipo de planta, estación del año, clima , etc. en general contiene un 30% de hidratos de carbono, en torno del 1% proteínas y minerales que aún estando en tan pequeña cuantía son los que dan más tarde las características de aroma, color, cristalización y otros típicos de cada clase de miel.

Cuando las circunstancias son favorables a la producción de néctar se va renovando constantemente y así después que una abeja se lleva lo que está reunido pronto la planta inicia la salida por los estomas de una nueva provisión, se admite que justamente que la abeja se lleve el néctar acumulado favorece la producción de más, pues no se acumula indefinidamente en la planta.

LA CONDUCTA DE LAS ABEJAS


Es corriente constatar como después de observar plácidamente las idas y venidas de las abejas de una colonia/as nos agreden y nos persiguen si no nos alejamos. El recuerdo de aquel desafortunado encuentro permanecerá imborrable en la memoria reforzado por las secuelas, un intenso dolor y una más que considerable hinchazón, en casos afortunadamente muy escasos todo lo anterior puede llegar a producir reacciones de intolerancia o de alergia con graves o muy graves consecuencias. Todo esto ha dado lugar a un halo de precaución, temor e incluso odio, que dificulta más que otra cosa en numerosos casos la aplicación de las modernas técnicas apícolas ante la incertidumbre de perder el control de las colonias y resultar gravemente dañado. Es normal sobretodo en los profanos y en los principiantes sentir presente ese recuerdo cuando realizan manejos y tienden a un gran nerviosismo cuando dudan de su capacidad de control de la colonia que manejan, o cuando constatan que abejas enfurecidas intentar por todos lados clavarles el aguijón, en la mayoría de los casos está más que justificado ese temor, no es difícil darse cuenta que se ha perdido por completo el control de la situación lo imposibilita para continuar no solo con la colonia en la que nos hallamos sino por añadidura sobre las otras al las que nos acercamos con temor y poca decisión.
No es ningún demérito para un apicultor sea cual sea su nivel perder el control sobre una colonia, pero lo verdaderamente importante es saber o intuir porqué se ha producido y a continuación tomar medidas o evitar en el futuro situaciones que nos lleven por ese camino equivocado.
Si consideramos prioritario realizar una apicultura activa debe ser objetivo principal conocer en profundidad los comportamientos naturales de las abejas, pues somos nosotros los que nos adaptamos a ellas, conociendo e interpretando sus reacciones y tan solo sometiéndolas cuando se altera la agresividad natural mínima impidiéndonos continuar con nuestro trabajo. Tenemos presente que nos protegemos tan solo para evitar daños accidentales y nunca para aislarnos de ellas. Nuestra protección nos evita llevar un pinchazo en un sitio delicado de la cara, por eje. pero su misión no es evitar que nos lleguen las abejas a cualquier otro sitio en cualquier situación, para lograr que no nos agredan fuera de un pequeño número, debemos manejar la colonia correctamente, como es sabido la agresividad es hereditaria, por ello es diferente según la raza que manejemos y diferente entre colonias de la misma raza, es algo mayor en colonias con reinas jóvenes, pero sobretodo la calidad de los manejos tiene una influencia decisiva en sus manifestaciones. Todos aquellos manejos que impliquen gran muerte de abejas deben considerarse defectuosos y proclives a exacerbar la agresividad de las colonias que se mantendrán alerta durante varios días después de realizado el manejo, impidiéndonos acercarnos. En el análisis de la conducta de las abejas separamos dos aspectos diferenciados:
reacciones ante las perturbaciones recibidas.
información que se deduce de la conducta observada a la colonia.

 Según sea la distancia que separa la colonia del emisor las podemos clasificar en:
lejanas.
cercanas.
en el entorno inmediato captadas directamente dentro del nido.
Cuando las abejas están muy lejos de la colonia y su misión solo es el acarreo de néctar o elementos útiles son totalmente pacificas y pueden ser acariciadas con cuidado de no aplastarlas, en esas condiciones si algo las molesta sencillamente se van a otro sitio.
Cerca de la colmena se muestran agresivas cuando nos interponernos en sus rutas de vuelo, especialmente al partir y menos al regresar están muy atentas a movimientos y olores.
En el entorno inmediato son las abejas que han hecho los primeros vuelos junto a las más viejas las encargadas de defender el nido, en el interior de la colmena se suman las obreras mas jóvenes quedando solo excluidas las recién nacidas. En las horas de gran actividad están en el campo la mayoría de las pecoreadoras con lo que restamos un buen número de abejas lo que contribuye al manejo aumentando la facilidad de realizarlo.
De estas tres formas de comportamiento la que nos interesa de forma prioritaria conocer es esta última, sobre cuyas causas podemos actuar, las primeras no tienen relevancia y las segundas tienen una interrelación con las últimas.
Debemos conocer en detalle los motivos que hacen que una colonia tranquila hasta nuestra intervención se presente ahora intolerante hacia nosotros, este conocimiento nos evita actuar pendientes de la sorpresa lo que hace nuestro trabajo agradable y confiado, manteniendo en todo momento una actitud positiva hacia ellas, lo que ayudará sobremanera en el control, nuestro miedo es detectado con gran precisión y no dudan en aprovecharse de nuestra debilidad, el control severo después que una nube de abejas nos han agredido no es propio de la apicultura de calidad que debemos realizar, es necesario profundizar en el conocimiento del comportamiento de las colonias.
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Las abejas alteran su ritmo de trabajo cuando perciben alguna/as de estas cuatro causas básicamente:
vibraciones captadas.
movimientos bruscos.
percepción de olores desagradables para ellas.
condiciones meteorológicas adversas.
Las colonias son extraordinariamente sensibles a las vibraciones captadas, basta el menor golpe en la madera para que respondan con un zumbido desde el interior, es una señal de aviso, pero no solo eso, las vibraciones recibidas desde algunos metros las recogen y así el corte de la hierba cercana es recibido como una perturbación molesta, seguramente las raíces íntimamente unidas a la tierra servirán de elemento conductor hasta la base de la colmena y como en el interior todos los elementos se hallan fijos por la propolización la atenuación que cabe esperar es escasa provocando entonces su irritación. Sucede lo mismo cuando las máquinas agrícolas trabajan cerca de los asentamientos y aún hallándose detrás de muros son sus conductores atacados. La cercanía de ferrocarriles o carreteras son causa de malestar que se traduce en un aumento de la agresividad al ir a manejar, sea cual sea la técnica empleada.
Cuando nos hallamos trabajando en la colonia la causa más frecuente de irritación está en los golpes dados al mover los elementos constitutivos, debemos ser muy cuidadosos y evitarlos en toda ocasión, trabajando con lentitud y sobretodo despegando los marcos ayudados de las dos manos, evitando los desplazamientos bruscos que son causa de choques con otras partes causando alarma entre la población y predisponiéndolas al ataque.
La segunda causa que provoca agresividad inducida son los movimientos bruscos, está probada la dificultad que tienen las abejas para ver objetos que permanecen quietos y así podemos comprobar como chocan contra la madera de la colmena o de la tabla de vuelo cuando regresan en días de calma, si el objeto de su atención se mueve muy aprisa detectan con precisión donde se halla, si queremos alejar una abeja dando manotazos no solo estamos ayudándola a localizarnos con precisión además le manifestamos hostilidad y sola cabe esperar un pinchazo.
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Una abeja vigilante ve perfectamente el movimiento de un dedo cuando lo movemos rápidamente desde una distancia de más de cuatro metros, lanzándose en esa dirección si se persiste en esa actitud. Si las abejas no están vigilantes no hacen cuestión de la presencia de personas sino se las molesta de otra forma, esto solo sucede en colmenares con un nivel de agresividad bajo, puede ser este un modo de medir la repercusión de nuestros manejos en el comportamiento de las colonias.
Al remover la colmena para abrirla las vibraciones producidas son la primera causa de alerta, los movimientos bruscos de nuestro ahumador espátula y los de los elementos constitutivos de la colmena no son sino añadidos que provocarán una nube de abejas agresoras, para nosotros es la segunda causa de agresividad inducida y un motivo para variar nuestra técnica si es necesario.
En tercer lugar sabemos que cuando nos situamos cerca de las colmenas y no reducimos vibraciones indeseables ni movimientos bruscos las abejas nos detectan por la llegada al nido de nuestro olor o el de nuestros vestidos o herramientas que portemos.
El concepto de buen olor no es para las abejas igual que para nosotros, dándose el caso de utilizar elementos de la industria aparentemente apropiados y encontrarnos con abejas limpiadoras que hacen todo lo posible por arrojarlos fuera de la colmena.
Su mayor tolerancia está, como es lógico, en los materiales naturales, que debemos usar para odorificar elementos nuevos y evitar rechazos, la hierba de la abeja Ophrys Apífera es muy conveniente para frotar los guantes tan pronto han sido pinchados y hacer que desaparezca el olor del veneno asimismo lo podemos usar para frotar el buzo o la misma careta para evitarlo, el propóleos disuelto en alcohol se puede usar para dar olor a las maderas. Los olores procedentes de otros elementos emisores son objeto de acoso y agresividad lo mismo que los animales y deben mantenerse alejados de las colonias o evitar realizar manejos cuando ellos estén presentes en al ambiente.
En el cuarto apartado están todos los fenómenos atmosféricos que influyen negativamente en la recolección del néctar y que son por si mismos motivo de cólera para las abejas. El viento, el intenso calor que provoca gran evaporación de néctar y pobre recogida, tormentas de verano, nieblas , etc. y siempre que el acopio de néctar es escaso hacen que la colonia este alterada y muy atenta a todo lo que sucede en el entorno, los buenos manejos solo son posibles cuando se está de forma simultánea recogiendo una gran cosecha.
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Es el segundo aspecto que mencionábamos antes y que nos permitirá actuar para contener cuando es necesario lo que de otra manera será un ataque intenso. Sabemos que el sonido agudo emitido por una abeja que vuela a nuestro alrededor es indicio de su cólera y precede a los intentos de pinchar. Para ellas no importa en absoluto la valoración humana de los hechos y es necesario admitir que con nuestra conducta hemos alterado de forma involuntaria su tranquilidad. Es útil admitir de entrada que somos nosotros los causantes de su enojo, el caso contrario nos lleva a protegernos de tal manera que ninguna abeja podría pincharnos directamente al cuerpo, pero nuestro buzo y guantes se llenarán de aguijones equivalentes en número al de abejas muertas, y no por ello cesarían en sus intentos haciendo víctimas a otras personas y animales que se hallaran cerca, ello será causa de una agresividad inducida muy alta que se manifestará durante muchos días más, sin que medie causa aparente alguna.
El análisis del comportamiento nos hace separar las tres causas que provocan esa conducta demasiado negativa:
causa genética.
causada por manejos deficientes.
causada por una mezcla de las dos.
Si la causa es genética en toda ocasión las abejas se muestran agresivas, es igual que realicemos manejos que simplemente paseemos delante de las colmenas, cualquier ocasión es buena para atacarnos.
Si la causa inicial son los manejos deficientes constatamos que la agresividad se incrementa de forma notable a partir de hechos concretos, realización de núcleos con demasiada muerte de abejas por aplastamiento, revisiones sistemáticas de las cámaras, innecesarias siempre, por algún estudio que exige mucho movimiento de cuadros u otras.
Lo más frecuente es que se produzca una suma de las dos causas iniciales dando lugar a la tercera. Si de un principio nuestras abejas son proclives a la agresividad y realizamos manejos precipitados y violentos incrementaremos nosotros su conducta natural y nos será muy desagradable trabajar con ellas, llegando al caso de no importarnos la muerte de muchas de ellas por aplastamiento o simplemente por la pérdida del aguijón después de pincharnos. Siempre se debe obtener una respuesta positiva de las colonias para evitar todo esto.
No es útil oponer nuestra conducta a la suya, mucho mejor es adaptarnos a sus condiciones y corregir los motivos, lo que se traduce en manejos agradables. Las abejas que no permiten en ninguna ocasión caminar entre las colmenas cuando se hallan en plena actividad pueden estar indicando defectos notables en el comportamiento y exigen una revisión a fondo del manejo y control que están recibiendo y proceder a una corrección incluso de raza si fuera necesario, pero prestando mucha atención a la calidad de nuestro manejo que casi siempre está en la base del problema.
No considero se halle suficientemente contrastado aunque se admite, en general, que aquellas razas de abejas que insisten en pegar con cera unos marcos a otros adoptando formas curvas semejantes, en lo que pueden, a la forma natural de los panales, serán más agresivas que aquellas que construyen recto. Para nosotros que manejamos con frecuencia las colonias es del mayor interés controlarlas, que no dominarlas, tanto en una situación como en otra y como no podemos nunca evitar producir vibraciones violentas o movimientos bruscos lo que junto a otras perturbaciones las enfurecen mucho, solo nos queda estar atentos a sus movimientos que nos darán una información precisa y puntual de su estado de animo y nosotros actuaremos en consecuencia limitando su cólera siempre que sea preciso, siempre anticipándonos a ellas.
 
Todo lo que sucede en la colonia lo mismo antes de nuestra llegada como cuando se produce y al irnos obedece a una serie de pautas fijas que debemos conocer para actuar en consecuencia, se puede dividir la información que sobre esto nos dan ellas en cuatro apartados, cada uno responde a un estado de ánimo de la colonia y es necesario distinguirlos con precisión para poder actuar:
tranquilidad sobre el panal y en la colonia, continuamos trabajo.
tendencia a subir a la parte superior, debemos tener precaución.
abandonan colmena, sin volar, tienen excesivo temor, ¿asfixia?
abandonan y se echan a volar, colonia fuera de control, peligro.
En el primer caso al ir sacando los panales las abejas permanecerán sobre ellos formando un a modo de capa y continúan con su trabajo, es posible ver la reina poniendo en las celdillas como si estuviera el cuadro en el nido, todos los manejos son posibles, podemos prescindir de la protección, las abejas se alejan de nuestras manos y si alguna se siente prisionera emite una vibración típica manifestándonos que no puede liberarse, la liberamos y se va sin intentar pincharnos, muchas nos tocan las manos, libres de guantes, y perciben y nosotros percibimos claramente la actitud positiva de ambas partes consecuencia de la tranquilidad con la que trabajamos, nos permiten continuar nuestro trabajo sin molestarnos, en esos momentos existe una complicidad entre apicultor-abeja que hace que la Apicultura sea mucho más que una profesión, nos permiten mejorar y optimizar de manera notable su situación. Debemos en estos momentos de buena disposición de las colonias emplear nuestra mejor técnica para alterar lo menos posible esa situación favorable, los días tranquilos con buena llegada de néctar y de polen van a ser los mejores soportes de esta situación.
En el segundo lugar colocamos una apreciación que constatamos con mucha frecuencia y es la tendencia de las abejas a subir a la parte superior de los cuadros de la cámara o del alza, y lo intentan cada pocos minutos y como no podemos permitir que lo hagan los manejos serán mucho más lentos y deben ser hechos con mucho cuidado y atención podemos llevarnos sorpresas desagradables, al menor descuido caerían sobre nosotros como una granizada. Si nuestro interés fuera realizar un núcleo nos encontraríamos con pocas abejas sobre los panales, el día no es bueno y el control difícil si vemos que no es posible continuar con tranquilidad lo dejamos para mas adelante, lo importante es mantener el control y en estos casos no resulta fácil aunque no es imposible.
El tercer supuesto, abandono sin volar, se da cuando un gran temor las alcanza. Los golpes continuados durante un trasiego que empiezan enfureciéndolas terminan siendo determinantes del abandono de su vieja colmena y el paso a la nueva, el empleo del humo de forma exagerada o emplear humos procedentes de la combustión de materiales plásticos pueden ser la causa de la intoxicación y quizás de la asfixia de las abejas que abandonan si pueden la colmena y se arraciman en el exterior.
En el último caso está configurado por las abejas que se lanzan a volar sobre la marcha, abandonan la colmena por la piquera y por la parte superior, forman una gran masa que nos rodean y empiezan a atacarnos siguiéndonos bastantes metros lejos del colmenar, se hallan en ese momento fuera de control siendo la situación mas peligrosa pues atacan por todos los sitios y todo lo que pueden , si a pesar de nuestra protección recibimos muchas picadas lo que puede suceder en breves minutos debemos alejarnos de la colonia y dejarlo todo como esta durante algunos minutos o bien permitir que otra persona continúe el trabajo, en general solo será posible tapar y esperar otro día para realizar los manejos que teníamos dispuestos, en los colmenares numerosos debemos cerciorarnos que no estén participando en la agresión otras colonias alejadas de la que manejamos alertadas por los movimientos que hacemos y si es así no dudaremos en ahumarla algo por la piquera para restablecer la normalidad, si estamos solos debemos tener presente que no es ningún perjuicio salirse temporalmente del área de la agresión y regresar mas tarde para tapar la colmena aunque según la época del año tendremos presente la posibilidad de pillajes para actuar en consecuencia. Esta situación es típica cuando se desconoce todo el comportamiento de las colonias y no se repara en dar golpes o mover los panales con brusquedad, y puede suceder cuando se produce un accidente al mover colmenas de sitio por alguna razón de emplazamiento, quedando las abejas hasta ese momento encerradas libres, proceden de inmediato a atacar a todo ser viviente a su alcance. De acuerdo con la sensibilización que tengamos cada uno al veneno estableceremos el límite de picadas que podemos soportar alejándonos sin preocuparnos de otra cosa cuando vamos a rebasarlo, los efectos para nuestra salud lo aconsejan.

sábado, 16 de febrero de 2013

HIVERNACIÓN



Es aquel en el que la actividad de las colonias decrece hasta pararse en su totalidad. Se inicia cuando al no tener floraciones el campo las abejas deciden mantenerse en el interior de las colmenas influenciadas sobretodo por la bajada de la temperatura y el mal clima exterior. Cuando esta etapa llega podemos verlas en las piqueras dedicadas a realizar con un movimiento acompasado con las mandíbulas una especie de limpieza de la madera, tal cual parece que la limpiaran, y que dura varios días. No es fácil establecer la razón última de este comportamiento pero sí es claro que define el momento en que la actividad está decreciendo y marca de forma inequívoca su comienzo.
A diferencia de la época de producción en que mantienen en el nido una temperatura constante en la invernada esa es variable siendo diferente en diferentes puntos aunque elevada si la comparamos con la del ambiente. Depende sobretodo de la concentración de abejas agrupadas sobre una cara u otra del panal, y es consecuencia última de la posición en que las encuentra la bajada de temperatura del día que consideremos, en esta etapa las abejas se muestran reacias a efectuar cambios de ubicación, bien sea la nocturna por heladas u otros fenómenos o la diurna por el paso de frentes u otras causas.
Las temperaturas del nido en cualquier ocasión oscilan entre unos 25ºc. y 32ºc. medidos en el centro del racimo   de abejas. Este calor llega por radiación y conducción al grupo de abejas y por los mismos panales hasta las que forman la capa más exterior que como están más expuestas a las temperaturas del ambiente no serían capaces por si solas de mantenerla en un nivel normal, si se hallan a tan solo unos 10ºc. o 12ºc. empiezan a entumecerse y se mueven con dificultad y si sigue descendiendo se paralizan totalmente y mueren.
Es significativo considerar que con solo 1ºc. ó 2ºc. en el ambiente el centro de la pelota de abejas se halle por encima de los 25ºc. como media. Si el aire que rodea el nido alcanza los 10ºc., por una bonanza exterior , empieza el movimiento de las que se hallan más a la periferia que se limita a caminar sobre los panales, si llega a sobrepasarse los 12ºc. y siendo las condiciones exteriores favorables emprenden el vuelo. Cuando de nuevo desciende la temperatura se agrupan adoptando en general una forma típica de bola apretándose más unas con otras cuanto mayor es la bajada de temperatura.
Durante la invernada se producen pérdidas de ganado por mortandad natural y por enfermedades, también en aquellas condiciones más desfavorables en las colonias débiles se producen muertes no solo de abejas también de reinas, incluso nuevas, que dejan la colonia huérfana y perdida pues antes que el apicultor se de cuenta estará despoblada al llegar la primavera.
De todo ello lo más importante a considerar sería que las abejas necesitan alcanzar una temperatura elevada en sus nidos durante el invierno y como parte del calor que generan se pierde absorbido por los mismos panales y por la radiación del mismo grupo si la cantidad de ganado que lo forman es escasa bien podría no ser suficiente para que todas ellas y sobretodo las de la parte exterior de la bola estén por encima de los 10ºc. esenciales, produciéndose la muerte de abejas en esa zona en el caso de una bajada brusca de la temperatura ambiente o bien de forma continuada que no permitiera al grupo calentar de forma suficiente a las más extremas.
La reducción del volumen o concentración de una colonia cuando se dispone a invernar es verdaderamente notable y es fácil ver como las abejas que en primavera verano ocupaban el equivalente a dos cámaras industriales superpuestas llegado el momento de los grandes fríos solo ocupa un cuarto de aquel volumen y eso en condiciones normales, pues pueden agruparse aún más en el caso de fríos extremos.
Aquellas colonias que solo ocupaban parcialmente su cámara con la llegada de los fríos apenas si cubren un cuadro y ni así lograban mantener una temperatura apropiada por las excesivas pérdidas de calor que tienen que soportar, como consecuencia se les mueren abejas y cuando llega la primavera el retraso en salir es notable. En ocasiones confían en la bondad transitoria del tiempo y se lanzan a la cría teniendo después que abandonarla y agruparse al menor bajón de temperatura quedándose luego el trabajo de sacar los cadáveres de las muchas larvas que mueren de frío.
Todos los datos expuestos nos permiten asegurar que los enjambre secundarios en general y muchos de los forzados mal hechos deben ser reunidos al comenzar este periodo o darles cuidados especiales sino queremos exponernos a morir o debilitarse, la reunión permitiría en estos casos formar con ellos una colonia con la cantidad de ganado suficiente para pasar con seguridad el invierno. Si por alguna razón queremos mantener una pequeña colonia le procuraremos una reducción de su habitación colocando una tabla de separación o un "panal" de porespan, esto ayudará en gran medida a mantener el calor debemos retirar los panales que sobren para evitar pillajes. Puede ser conveniente aislarlas del ambiente usando materiales isotermos, el prosean es apropiado, cuyas láminas podemos poner por el exterior atándolas a la colmena. El porespan interior debemos retirarlo tan pronto las abejas empiezan a roerlo, esto indica que necesitan espacio.

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